Según nos contaron, la región de la Capadocia en Turquía y el Cañón del Colorado en Estados Unidos, son los dos mejores sitios del mundo para volar en globo.

El día anterior habíamos quedado en que nos llamarían desde la recepción del hotel para avisarnos de que el tiempo era bueno y que iríamos a montar en globo. Aún así nosotras pusimos nuestros despertadores, que sonaron a las 4 de la mañana. Como nadie llamaba decidimos preguntar nosotras qué pasaba y no nos dijeron ni que si ni que no. Finalmente a las 4:30 nos avisaron de que a las 4:45 debíamos estar preparadas en el autocar. Llegamos en un corto trayecto hasta un descampado donde había decenas de globos. Mientras los ponían a punto para el vuelo nos dieron un cafe calentito con un bollo, que a las 5 de la mañana se agradece…

Y por fin empezamos a elevarnos. He de decir que yo me lo pensé unos días antes porque tengo bastante vértigo pero también había oido en alguna ocasión que los vuelos en globo se utilizan en terapias contra el vértigo así que decidí que lo mismo hasta me curaba…

Y no me decepcionó. Fue increíble. La sensación es genial porque ves cómo te vas elevando, sin más sonido que el que hace el mechero gigante que da calor al globo. No se nota si subes o bajas, si estás parado o vas avanzando. Es la sensación de volar sin ninguna turbulencia.

Barato no es, porque nos costó 150 euros que creo que es más o menos lo mismo que cuesta en España, pero de verdad os lo recomiendo.

Imaginaos lo que es ver todos esos vallecitos con las peculiares formas rocosas de la Capadocia, sin viento, en calma, con la luz del amanecer… Una maravilla.

El único momento estresante del vuelo fue el aterrizaje. Cuando íbamos a despegar el piloto nos avisó de que cuando dijera «Landing Position» debíamos ponernos en cuclillas y agarrarnos a unas maromas que recorrían toda la cesta. Pues bien, cuando llevábamos más o menos una hora de vuelo, llegó el momento y todo el mundo empezó a chillar y se oian risas nerviosas en plan «de esta no salgo» y a mí me dió un ataque de risa. Fue muy muy divertido.

Una vez estábamos en tierra nos invitaron a una copa de champán y nos dieron un ramillete de flores silvestres y un diploma con nuestro nombre. Después vino un minibus a recogernos, pero es que habíamos aterrizado en una pequeña ladera donde no había camino ni nada. Así que según íbamos descendiendo el bus iba rozando todos los bajos con las piedras.

De vuelta al hotel desayunamos, nos duchamos y a las 8:45 ya estábamos saliendo hacia nuestra primera visita del día. No eran ni las 9 de la mañana y la de cosas que habíamos hecho ya!!!